México Maravilloso

lunes, 3 de agosto de 2009

ENTREVISTA A PITA AMOR, AL FONDO DEL EDIFICIO VIZCAYA, EN LENTEJUELAS


EN LA MUELA DEL JUICIO, LA ENTREVISTA PERIODÍSTICA

Ángel Trejo

"Luis Enrique Ramírez tiene el don de crear una historia en torno a cada uno de sus entrevistados. Los envuelve en atmósferas de su invención. Cada personaje le sugiere un universo distinto, un teatrino en el que él le jala los hilos, hábil titiritero. Difícilmente el entrevistado percibe que ha sido atado con filamentos invisibles; luego de diez minutos de conversación empieza a moverse de acuerdo con la voluntad de Luis Enrique, que lo lleva a representar el mejor papel".

Así comienza el prólogo que la escritora Elena Poniatowska -reconocida como una de las mejores entrevistadoras del país- realizó para el libro La muela del juicio, de Luis Enrique Ramírez, que reúne 16 entrevistas a personajes sobresalientes de la vida cultural y artística de México en el siglo XX. El texto forma parte de la Colección Periodismo Cultural de la Unidad de Comunicación Social del Conaculta.

La muela del juicio, gracias a la profundidad sicológica y la calidad literaria de Ramírez, integra un museo de retratos vivos de personajes excepcionales como Elena Garro, Pita Amor, Rufino Tamayo, Gabriel Figueroa, Manuel Álvarez Bravo, Gabriel Vargas, Chavela Vargas, Lola Beltrán, Gloria Trevi, Isela Vega, Rosa Gloria Chagoyán, Angélica María, Chespirito, Elena Poniatowska y el ex presidente José López Portillo en su faceta de escritor.

Las entrevistas de Luis Enrique fueron publicadas entre 1990 y 1994 en los diarios Noroeste de Sinaloa, El Financiero, El Nacional y La Jornada. Los entrevistados, por obra del fino tratamiento del autor, se convierten en personajes literarios sin perder los rasgos específicos con que el público los conoce y pese a la revelación de algunos de sus secretos íntimos escarbados por el sagaz periodista sinaloense.

Por ejemplo el retrato de Elena Garro, capturado por Ramírez en diciembre de 1991 a poco tiempo de su retorno de su exilio en París, describe a la autora de Los recuerdos del porvenir como una anciana muy lúcida, aterrada aún por sus recuerdos del 68, nostálgica de Octavio Paz, obsesiva en su relación de siamesas con su hija Helena y rodeada de gatos, animalitos a los que había transferido parte de sus afectos.

"¿Se arrepiente de algo, Elena?", pregunta Luis Enrique.

"En general me arrepiento de toda mi vida. Creo que ha sido un error del principio al fin. Han sido tantas patas... En ese sentido Paz tenía razón ¿eh? Ya no me aguantaba, qué bárbaro. Yo una vez le dije: ¿Cómo soportas vivir con Elena Garro? ¡Eso es lo que me pregunto yo!, me contestó", responde la escritora.

La entrevista a Pita Amor -una de las grandes poetas mexicanas del siglo pasado que para mucha gente era sólo una vieja loca e irascible vestida como espantapájaros que recorría cafés y restaurantes del Paseo de la Reforma y la Zona Rosa para leer sus poemas a cambio de dinero—empieza con una descripción que en un solo párrafo capta la sicología del personaje:

"Al fondo del edificio Vizcaya, en Bucareli, un resplandor desconcierta. En pleno mediodía, Pita Amor viste de lentejuela y canutillo; cuajada de alhajas falsas, el cabello teñido de rubio y plastas de maquillaje azul y rojo en el rostro impasible, apenas se mueve en el viejo sillón de terciopelo con pretensiones imperiales, pero habla y habla. Declama. Y grita".

De esa vieja loca, sin embargo, Luis Enrique fue capaz de arrancar este diálogo en el que Pita Amor –una de las mujeres más bellas de México en la primera mitad del siglo XX- se ofrece demasiado lúcida e inteligente, a la vez que muy profunda y consciente de lo que respondió:

--¿Qué ha significado para usted su belleza, señora?

--¿Mi belleza? Una alegría muy grande.

--¿La felicidad?

--La felicidad viene aunada a cosas muy privadas.

En la escritura de Luis Enrique Ramírez, el gran pintor oaxaqueño Rufino Tamayo –ya muy anciano y cansado- se ofrece ansioso aún por rescatar la tradición mestiza e indígena de la pintura mexicana y por delegar a las nuevas generaciones de artistas plásticos esa tarea para que perviva y continúe enriqueciendo la visión pluricultural del país.

"En mi caso, elijo las figuras porque mi tendencia es la de continuar la tradición mexicana, la india, que es la tradición madre. A mí lo que me interesa es la cultura, que es riquísima, y que es variada. Esa es la causa maravillosa de la tradición mexicana. Como eran muchos reinos, con distintas lenguas y distinta cultura, la nuestra ahora es de una riqueza extraordinaria, cosa que no sucede en otros países".